12/10/11

Era la primera vez que Edith le llamaba después de lo sucedido, al escuchar su voz, las manos le temblaron, estuvo a punto de dejar caer el teléfono,  sintió como las lágrimas le inundaban los ojos.
Edith repetía su nombre, ella no podía contestar, no había más voz en su garganta.
Al dejar de escuchar la voz al otro lado de la línea, guardo el teléfono y lentamente se arrodilló en el pasto. Por un momento intentó fingir que se había equivocado, esa no era la voz de Edith, podía haber sido cualquier otra persona… en realidad estaba segura que era ella, llevaba su voz grabada en la mente como se lleva el nombre propio o la edad o el nombre de los padres, como esas respuestas que están en tu cabeza decididas a salir en automático, ¿Cuántos pies tienes?-- DOS!
Había pasado mucho tiempo, pensaba que jamás volvería a saber de ella, el rostro de Edith comenzó a dibujarse en su memoria, era increíblemente bella, su mirada era tan luminosa, su rostro tenía un lenguaje propio, único, un lenguaje que solo algunos tenían el placer de conocer, y afortunada o desafortunadamente ella tenía ese placer.
Quien le habría dado el teléfono, había cortado relación con todos los que las conocieran a ambas, no era que ella se hubiera alejado,  la vida la había aislado sin saber por qué o al menos eso era lo que se había hecho creer desde hace un tiempo, se había convencido de eso.
Comenzó a descartar nombres, imposible que fuese su madre, la detestaba, recordaba perfecto aquella vez que la llevó a casa, su madre le dijo que no era un día propicio para visitas, Edith pidió disculpas, no quería incomodar, salieron a la calle y sin decir nada Edith le dio un abrazo y después usó esa sonrisa, su rostro le decía que todo estaría bien, se verían al día siguiente como siempre, como si nada, la quería;  no habría sido su hermano,  estaba muy ocupado torturando obreros y sacándole jugo al par de ideas capitalistas a las que cambiada de nombre según su estrategia; imposible imaginarse cómo habría regresado a ella después de tanto tiempo, aunque en realidad lo había estado esperando, cada noche cuando el rostro de Edith amenazaba con llegar a su mente ella comenzaba a mirar una revista, cantar, o cualquier estupidez que le hiciera distraerse de esa imagen. Había aprendido a  convencerse de haberlo olvidado todo, era como su amnesia voluntaria.
Que puertas habría tenido que tocar par a conseguir el número, cuantas se le habrían cerrado al instante de reconocerla.
Secó las lágrimas de su rostro y tomó el teléfono, ese pequeño aparato que estaba a punto de entregarle enorme vivencias;  con las manos temblando casi al punto de dejar caer el artefacto marcó el número, esa última llamada se convertiría en la primera.
Una voz temblorosa le contestó con un toque de alegría…
-Bueno?
-Edith?
-Si! …Pensé que no lo harías.
-¿Por qué tardaste tanto?



Orquidea.

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