5/11/11

Mi cielo en tu infierno.

Silvia es bajita y blanca, a simple vista se le percibe como un manojo de inseguridades, Silvia es timidez andante. Es de esas personas que si pudieran pedirían permiso para respirar. Esa constante manía de esconderse en si misma provoca  un toque de misterio y ese misterio es atracción para los que la rodean. Silvia es la persona perfecta para ser descubierta, para aquellos a los que les gustan los acertijos andantes.
Mariana es profundamente hermosa, profundamente porque su mayor belleza radica en su humildad, en su bondad, una bondad increíble en estos tiempos, en estos días en que la humanidad agoniza. A veces a esa belleza se le antoja salir de las profundidades y comienza a escapársele por los poros de la piel, y le otorga un brillo hipnotizante, ese brillo es el que le ha impedido a Silvia alejarse de ella.
Silvia creció en una familia profundamente católica, tan profundamente como la belleza de Mariana, por consecuencia Silvia no solo se siente culpable sino totalmente condenada al infierno cada vez que le hace el amor a la réplica humana de la Virgen María.
Silvia y Mariana se conocieron hace 10 meses y hace 9 y 2 semanas y media que están juntas, tan juntas como los ojos en el rostro de cualquier persona, y así se sienten, los ojos la una de la otra, se cuidan el camino, se muestran las bellezas del mundo.
A Mariana no le importa ir al infierno, extrañamente su belleza es directamente proporcional a su inteligencia y desde siempre es aberrantemente atea. A veces piensa en como será, las únicas imágenes que tiene de un lugar así involucran colores cálidos, sudor, algunas llamas y algún personaje grotesco.
Esta tarde Mariana solo ha pensado en eso, mientras espera a Silvia, insistió en ver a sus padres, hacía tiempo que ellos le habían dado la espalda, Silvia buscaba por ultima vez su salvación. Mariana  llega a la conclusión de que si Silvia llegase al cielo, eso significaría automáticamente que ella sintiese lo que en realidad es el infierno.
Silvia por fin aparece, sale de aquella casa con los muros sucios de apariencias, Mariana se levanta de la banqueta, siente un pequeño dolor en las piernas, ha estado un par de horas en la misma posición pero no le da  importancia, observa las lágrimas que lentamente  cubren el rostro de Silvia. Por primera vez en su vida Mariana se dice en su interior “No quiero ir al infierno”
Silvia cruza la acera, desde el momento en que salió de aquella casa tenebrosamente obscura la luminosidad que habita en Mariana la invadió, Silvia sentía que le iba a explotar la cabeza, se había quedado sola dos segundos atrás, sus padres se lo advirtieron por última vez, cruzar esa puerta significaba la bienvenida a la inexistencia.
Silvia y Mariana se abrazan con una caricia, uno nunca imagina cuan fuerte puede ser el apoyo que radica en las palmas de las manos, se pierden en ellas, luego vienen las miradas profundas, las visiones futuras.
Saben perfectamente que lograran lo inimaginable, unir al cielo y al infierno.
Orquidea.