29/1/11

LIGERO COMO LA SANGRE

Un dolor incesante en la nuca lo obliga a abrir los ojos, entreabre primero el párpado izquierdo, lentamente vuelve a cerrarlo, la lastimosa luminosidad logra aterrizarlo en la misma realidad de la que había querido escapar horas antes; el dolor penetra sus pensamientos, si bien no entiende lo que había pasado, el maldito e incesante dolor no le permite interesarse en tratar de esclarecerlo. Vuelve a levantar el párpado como intentando no hacer ruido, esta vez seguido del derecho ansioso de alcanzar a su compañero, la luz le produce una ceguera instantánea, intenta girar la cabeza, no lo consigue, tiene el cuello entumecido, derrotado en una pelea no combatida permanece en la misma posición, con el cuerpo de bruces al suelo y la cabeza girada hacia ella, solo se permite el afán de colocar las manos a la altura de su pecho para conseguir un poco de apoyo, se miente creyendo que así controlará su cuerpo en el momento en que lo desee.

Aquella mañana había sentido la misma incompetencia corporal al despertar en su cama mirando al techo, el mismo techo que le había dado los malos días los últimos tres meses desde su partida, el mismo techo que se desmorona lentamente igual que su vida; tenía que levantarse, se ducharía como siempre deseando que el agua se llevara las impurezas de su alma, tallandose la tristeza, enjuagándose el dolor, al no conseguirlo no tendría mas que prepararse para salir a trabajar, esa inagotable penitencia que le permitía proveer una mayor, la vida. Como todas las mañanas se rodeó de gente que agonizaba igual que él, tropezándose unos con otros, renuentes a mirarse en el espejo de su critica, falseando alegrías y logros ambicionados.

Al llegar al edificio de oficinas se topó con ella en la entrada al elevador, esbozo una sonrisa, era la única expresión sincera que se conocía a si mismo, ella torció la boca como correspondiendo al gesto con similitud y giro la mirada, ¿por qué ella no había logrado entender que esa sonrisa era lo más valioso que podían entregarle?, ¿por qué ella no había querido resguardarla, abrigarla en lo más profundo de su ser como él había hecho con todas y cada una de las miradas centelleantes que ella sin querer le había entregado?. Salio del elevador con la respuesta extraviada en el pasado, la buscó con la mirada y al encontrarla solo alcanzo a decirle adiós con un suspiro.

La observa tirada a su lado, a unos cuantos centímetros de él, como aquellas tardes en las que las palabras se les agotaban y se permitían entregarse la verdad desnudos, uno frente al otro, acariciándose a través de sus miradas, intentando robarse la memoria, dibujandose uno al otro en un futuro ilegible.

Se pregunta cual habrá sido su último pensamiento, quien habrá estado en el, a quien habrá pertenecido la última imagen de su mente, el último latido de su corazón; intentando encontrar la respuesta en su mirada perdida se da cuenta de que no es posible que exista otra así, en ninguna mujer, en ningún sitio, esos ojos podían estremecerlo hasta lo mas profundo con tan solo posarse en él, de la misma forma podían transportarlo al mayor de los pánicos cuando ahogaban su brillo. Esos ojos le habían pertenecido aun mas que su misma portadora, cuando no podía creer mas en ella, bastaba con mirar su ojos para volver a posar su fe mas valiosa en su regazo. Esos ojos que ahora no encontraban dirección alguna eran los que lo tenían hoy en el piso, con ese deseo vehemente de perderse en el mismo rumbo que ellos.

El hilo de sangre comienza a rozarle la mano, lo disfruta, intenta capturar esa sensación como una suave caricia, como un sensible gesto.Inhala pausada, lenta, profundamente, se aprehende a esa esencia sanguinolenta y la deja volar y se siente ligero como ella, cierra los ojos, sonríe, vuelve a abrirlos, esta vez la luz no lo lastima, no hay mas realidad.

ORQUIDEA