8/5/11

MORIR Y REVIVIR

El columpio se detuvo lentamente, Lorena pensaba que había sido la mirada de aquel hombre la que lo había detenido, la misma que ahora la hacía temblar y permanecer inmóvil al mismo tiempo.

El hombre se acercó sin gesto alguno en el rostro, Lorena escuchó su voz, la reconoció, aun antes de que el pronunciara una palabra, era sencillo, la tenia grabada en lo más profundo de su dolor. Esperó a que Él le indicara que hacer, se levantó, tratando de borrar la obscuridad en su mente, tratando de calmar el torbellino de voces, imágenes e ideas que rondaban su cabeza. Cuando le tomó la mano, luchó con todas su fuerzas contra ella misma para  no salir corriendo, sabía que era peor, resistió esa horrible sensación de angustia que tenia inicio ahora en su mano. Respiró profundo, con la mirada fija en un futuro cargado de pasado, a paso lento, esperando que el tiempo nunca la alcanzara.

Reconoció cada uno de los movimientos que Él hacía, no era necesario ya asignar orden alguna,  ambos sabían que era inútil, ambos sabían cuál era su papel y los riesgos que correrían de no seguirlos  al pie de la letra. Al llegar al auto, inconscientemente, Ella misma abrió la portezuela, se colocó el cinturón, tal vez solo como fresca costumbre y esperó a que Él subiera al auto.

Lorena solo pensaba en su madre, en la culpa que le entregaría de nueva vuelta, en su padre y la impotencia que como hombre y responsable de sus mujeres (así era como el abuelo se lo había enseñando) sentiría. Había dejado de temblar, ya no sentía miedo, quedaba solo una extraña sensación de desilusión propia, ¿por qué lo permitió de nuevo, por qué  no corrió, por qué no lo enfrentó? ¿Por qué permitió que le robaran la seguridad en dos segundos, esa que había tardado 5 años en recuperar? Tantas tardes de lágrimas, de consuelo de sus familiares, y uno que otro amigo que aun la recordaba, tanta ira arrancada del pecho en forma de palabras y a veces de gritos; y finalmente tanta satisfacción, tranquilidad, se transformaban en nada ¿Donde estaba la fe que había recuperado, donde estaba la seguridad que la hacía levantarse cada mañana?

El camino era el mismo, por un momento consideró una burla que ni siquiera hubieran cambiado de guarida. Al entrar al cuarto de castigo, Lorena se encontró con 3 chicas mas, una de su edad y las otras dos que le hacían rebobinar la cinta, tenían la misma edad que ella cuando llego a esa casa, tenían la misma mirada aterrorizada, las lágrimas imparables, el mismo temblor en los labios que en secreto piden a gritos que les salven.

Hizo lo único que años atrás hubiera deseado que alguien hiciera por ella, las abrazó, y con la voz más tranquila posible les dijo "Hoy su vida cambiará para siempre, pero no deben temer, he aprendido que podemos morir y revivir cuantas veces sea necesario".

Orquidea.